martes, 11 de febrero de 2014

El jugador de póker que asombra al mundo


Se pasa el día rodeado de estadísticas, tiene dos carreras con premio extraordi nario, fue asociado de un gran bufete y participa en cuatro empresas… de momento. A Pablo Cusí es difícil pararlo. Es una de las mentes más maravillosas de nuestro país y pelea contra una distrofia que le paraliza todo el cuerpo, excepto la cabeza y un dedo. Autoexigente, su último reto es jugar al póker. Va a los torneos con su hermano, quien ejecuta las jugadas que él dicta. «Odio que me tengan compasión», asegura. Esta es su historia.


Pablo pone la mente, idea las jugadas; y Javier (1986) pone las manos, las ejecuta. Han sido bautizados como el Team Cusí por los aficionados. El campanazo lo dieron en el último Estrellas Póker Tour de Barcelona, en noviembre. Ha sido el torneo con más jugadores celebrado en Europa. Un total de 1800 de todo el mundo rivalizando por entrar en la mesa final, donde Pablo consiguió colarse, para quedar sexto. El Team Cusí se embolsó 53.000 euros y la admiración de cientos de jugadores tras 36 horas jugando durante dos días y medio. Pablo lo hizo casi sin descanso, sin comer ni apenas ir al baño, ya que no le da tiempo en las pausas que ofrecen en los torneos. No en vano en las redes sociales se da a conocer como Extremhard, 'extremadamente duro'.

Todo empezó al cumplir 4 años. Sus padres dudaban si se podría escolarizar en el colegio de su pueblo. «Eran los ochenta explica su hermano Javier. Mis padres eran muy jóvenes… e iban muy perdidos. La discapacidad no se trataba en esa época como ahora. No sabían si tenía que ir a un colegio especial o podría ir a uno normal por su enfermedad». En aquel momento comenzó a dejar muestras de la pasta de la que estaba hecho. «Mi madre fue al colegio a hablar con la directora recuerda Pablo. En la reunión, la directora me dio un papel, lo típico que le das a un niño para que se entretenga y pinte, y yo me puse a escribir. Claro, vieron que un niño que nunca había ido a la escuela sabía ya escribir y la directora no tuvo dudas y dijo: 'Este niño no solo tiene que ir a esta escuela, sino que va a entrar directamente en segundo'. Y me salté un curso». A esa edad, los médicos ya le habían diagnosticado distrofia muscular de Duchenne, una enfermedad degenerativa que no tiene cura. Pero Pablo no le da muchas vueltas. Prefiere usar su tiempo en trabajar, en sus empresas, y en su gran pasión, el Athletic de Bilbao. Varios escudos de los leones adornan su silla, y en su habitación tiene todo tipo de fetiches del equipo, incluido un trozo de césped del antiguo San Mamés. «Es raro encontrar un valenciano que sea del Athletic, pero ellos representan esfuerzo y sacrificio, y me siento identificado con esos valores». De hecho, uno de sus planes futuros es ir a Bilbao a hacerse socio del club.

Pablo dispone ya de nacimiento de una mente y un espíritu privilegiados, pero no se conforma con eso; sabe que los debe entrenar día a día. El espíritu, a base de encarar y superar retos, es su filosofía vital. «Yo funciono por objetivos, por retos. Me pongo a mí mismo objetivos complicados pero realistas, y me levanto cada día con la motivación de conseguirlos. Cuando lo logro, pues surge otro. Y después, otro más. Siempre hay algún objetivo motivador por el que darlo todo». Y la mente la entrena a base de horas de trabajo. Desprecia el conformismo y es militante de «la disciplina y la cultura del esfuerzo». La suma de estos ingredientes con una buena dosis de determinación y optimismo es la que ha plagado su vida de éxitos. En su casa, nunca lo han considerado un enfermo. «Yo no pienso en lo que no puedo hacer, sino en cómo puedo hacer lo que sí quiero hacer. Soy inconformista por naturaleza. Siempre quiero más», sentencia.

El bachillerato, con matrícula. Sus primeros logros los alcanzó en los estudios. A los 17 años, un año antes de lo normal, acabó el bachillerato con matrícula de honor. Iba a las clases con una persona que lo asistía: «en los exámenes, yo le iba dictando lo que quería poner y ella lo escribía. En inglés lo tenía que hacer letra a letra», recuerda Pablo entre risas.

Ese mismo año empieza la universidad. Todos los días se desplazaba 40 kilómetros para asistir a las clases. En cuatro años se licencia en ADE con premio extraordinario. «Entonces, me propusieron hacer el segundo ciclo de Económicas, que eran dos años más. A mí no me apetecía, yo quería trabajar ya. Al final tomé la decisión de hacerlo, pero solo en un año. Ciento y pico créditos en un año. La administrativa de secretaría no me dejaba matricularme de tanto ríe Pablo mientras lo recuerda. Pero lo conseguí, y con un segundo premio extraordinario».Los retos surgían cada vez más rápido, pero cada vez también eran más complicados. La entrada en el mundo laboral era uno de sus grandes objetivos. Fue entonces cuando logró entrar como becario en la firma Garrigues, un importante bufete de ámbito internacional. «Acababa la carrera el 25 de junio, y ellos me dijeron que querían contar conmigo como becario y que nos veríamos en septiembre. ¿En septiembre? Les pregunté. Les dije que yo me plantaba allí el 1 de julio. Ellos se miraban alucinando y me decían que descansara el verano. Yo les contesté que hasta el 1 de julio ya tenía cinco días para descansar. Y lo conseguí. Fui a tope para demostrar que podría trabajar allí. Me contrataron en octubre»

Su carrera en Garrigues. Su ascenso en Garrigues fue meteórico. Año a año. «Tuve muy buenos clientes, como Air Nostrum o Lehman Brothers. Si yo contara lo que sé…». Lo que quizá nunca supieron en el despacho fue la dedicación de Pablo. Cuando acababa su jornada laboral, él tenía que seguir dedicándole horas, ya que lo que otros escriben en un minuto a él le cuesta cinco veces más. Incluso en casa le dictaba a sus padres los informes, y ellos, sin tener ni idea de lo que escribían, lo transcribían. «En lo físico soy dependiente, pero no en otros aspectos, como el económico o la toma de decisiones. No me gusta dar explicaciones, pero si soy lo que soy es gracias a mi familia».De esta manera llegó a ser asociado de la empresa. «Es la máxima categoría sin ser socio. Para ser socio entran otros factores, como las relaciones sociales, y sinceramente no me imagino yendo a jugar al golf», ríe. Pero lo dejó.

Nuevamente sintió que había logrado su objetivo y debía buscar otro reto. «Me trataron siempre fenomenal, pero, cuando lo conseguí, pensé: '¿Y ahora qué?'. Se gana mucho dinero, pero yo no me levanto cada día por un sueldo, necesitaba una motivación para seguir adelante».Esa motivación la encuentra en el póker y en sus empresas. Incluso en la combinación de ambos. El primer proyecto empresarial en el que se embarcó fue HabPoker, una empresa que capta jugadores para las grandes salas.

«Para mí es un orgullo haber podido crear puestos de trabajo, es algo muy importante»

Además, participa en otras dos empresas y está a punto de crear la cuarta. Pero los Cusí acaban de hacer otra inversión que les hace especial ilusión. «Hemos comprado una participación de un laboratorio que investiga enfermedades raras, Valentia Biopharma. Invertir en ciencia es lo más reconfortante a nivel moral. Estaban a punto de cerrar, porque no tenían capital, y pusieron en marcha la táctica de las tres efes: family, friends and fools, es decir, pedir dinero a familia, amigos y a cualquier tonto que pasase por ahí. Y ahí estábamos nosotros».

«Soy supercompetitivo en todo». De pequeño necesitaba un deporte en el que pudiera competir y, claro, solo estaba el ajedrez. Luego, en 2008, estaba viendo la tele y vi a unas cuantas personas jugando a las cartas, pero me fijé en unos numeritos en la pantalla y me dije: '¡Aquí también intervienen las probabilidades!', y empecé a descubrir el póker a través de páginas como EducaPoker». La pasión de Pablo es tal que se pasa frente al ordenador desde las diez de la mañana hasta las doce de la noche. Pero llegó un día que debía romper una barrera más, un día en que el mundo virtual se convirtió en real. «Decidí jugar un torneo por Internet en el que te clasificabas para ir a uno presencial en Madrid. Era como un reto contra mí mismo, para ver si me atrevía a acudir. Gané y pensé: '¡Pues habrá que irse a Madrid a jugar!'». La dificultad era máxima, ya que Pablo no se puede mover ni hablar con claridad. Necesitaba un compinche. Alguien que le mirara las cartas, se las dijera al oído y ejecutara las decisiones que él toma. Es el método que usan los ciegos en los Estados Unidos para jugar torneos. Y quién mejor que su hermano.

Todo salió a pedir de boca, aunque al principio algún jugador se mosqueara con su método de juego. Ambos tienen claro que son un equipo, que el uno sin el otro no sería capaz de jugar al póker por los casinos de toda España. Se necesitan, pero también se complementan. De hecho, Javier ha tenido que trabajar para controlar sus emociones en la mesa de juego. «Al principio me palpitaba todo, las venas se me hinchaban, el corazón se me salía y, además, cuando sé que Pablo tiene mala mano y veo que se echa un farol y que lo tengo que ejecutar yo, me tengo que controlar mucho. En el primer torneo se me fueron diez años de vida». «Somos un equipo para lo bueno… y también para lo malo», bromea Pablo.

poker-pablo-webitaria-webitagoras-2014-01Una vida diferente Diagnóstico.

A Pablo le diagnosticaron a los tres años distrofia muscular de Duchenne: no conseguiría andar, su enfermedad le iría destruyendo todos sus músculos y perdería sus movimientos.
Infancia. De niño tenía más movilidad en brazos y manos. Iba más erguido, no necesitaba un aparato para respirar y podía hablar mejor.

Sin cura. Su enfermedad es degenerativa y aún no tiene cura. Ahora se comunica con dificultad y se traslada en una silla de ruedas.Tiempo de vida. La enfermedad «evidentemente afecta a mi esperanza de vida dice Pablo, pero ni sé ni me interesa de qué forma. Me costaría diez segundos buscarlo en Google, pero no me apetece nada perder mi tiempo en eso. Odio la compasión».

La enfermedad. La distrofia muscular de Duchenne es hereditaria. Se manifiesta en hombres, y las mujeres solo son transmisoras.

A quién afecta. Afecta a uno de cada 3500 niños en el mundo (alrededor de 20.000 casos nuevos cada año). No es la misma enfermedad de Stephen Hawking, que padece esclerosis lateral amiotrófica.



Fuente escrita en: El jugador de póker que asombra al mundo .
webitagoras.es

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